De putas con Papá Noël

Dicen que antes había tres reyes magos que venían de Oriente a traer regalos a los niños morcilla y demás repelentes infantes, pero desde que tengo uso de razón no veo más que papás noeles por todos lados.

Los papá noeles trabajan en condiciones precarias, casi como yo. No se les permite usar ascensores, escaleras y ni siquiera chimeneas. Tan sólo pueden acceder a los domicilios del lumpen haciendo rapel por las fachadas y entrando por los balcones. Y además les han recortado de 11 meses y 29 días a sólo 10 meses las vacaciones. En noviembre tienen los cursos obligatorios de escalada y a principios de diciembre empiezan a entregar regalos. No hay más que echar un ojo a las calles de nuestras ciudades para darse cuenta de los efectos del nuevo convenio que firmaron sin leer.

Casualmente el sábado pasado me encontré en la Plaza del Trippi de Barcelona con un Papá Noel. Eran las 3 de la mañana y estaba agotado tras una jornada intensiva. El muy aspronao estaba deseando irse a dormir y al día siguiente ir a tomar un poco de sol en la playa, pero surgió la idea de bebernos unas botellas de whisky en algún burdel. Sumergidos en una absurda conversación filosófica tras vaciar 7 botellas de DYC nos dimos cuenta de que nuestro miembro viril no había mujer de moral distraída ni grúa que lo levantara, decidimos salir del bar en busca de alguna sustancia que nos devolviera la líbido perdida.

El frío apretaba y Noel cayó desmayado por los efectos de la borrachera en la acera. Dadas las circunstancias no me quedó otra opción que desollarlo con el cuello de la botella que en ese momento terminé de un trago tras romperla en su cabeza y utilizar su piel como manta para seguir vagando por la ciudad en busca de algún camello. Allí se quedó un poco enfadado conmigo pero sin capacidad de respuesta por su elevado nivel de alcohol en sangre.

Tras encontrar al camello y meterme 12 gr de farlopa por cada orificio nasal incomprensiblemente me entró sueño y me fui a acostar.